Tijeras de esquilar.
Se utilizaba para
esquilar a las ovejas o pelar al burro.
Rastrilla o rastrillo.
Instrumento compuesto
de un mango largo y delgado cruzado en uno de sus extremos por un travesaño
armado de púas a manera de dientes, y que sirve para recoger hierba, paja,
broza, etc.
POZO.
Se
utilizaba para sacar los cubos de los pozos.
Llaves fijas.
Según el número que
tuviera la llave servía para una tuerca en concreto.
Lebrillo.
Vasija de barro
vidriado, de plata u otro metal, más ancha por el borde que por el fondo. Se utiliza para echar la
comida en su interior, o para lavarse las manos y la ropa.
Chimbiri.
Es un apero
de labranza formado por un mango largo, usualmente de madera, que acaba en dos o más puntas, estos pueden ser del mismo
material o formar una pieza distinta, de madera o metal,
encajada en el asta. Con ella se levantan y mueven materiales sueltos, como paja.
Bieldo.
Instrumento
agrícola compuesto de un palo
largo, de otro de unos 30 cm de longitud, atravesado en uno de los extremos de
aquel, y de cuatro o más fijos en el transversal, en forma de dientes.
Berbiqui o barbique
Manubrio semicircular o
en forma de doble codo, que puede girar alrededor de un puño ajustado en una de
sus extremidades, y tener sujeta en la otra la espiga de cualquier herramienta
propia para taladrar. Hacia girar el taladro.
Yugo.
Instrumento de madera
al cual, formando yunta[1], se uncen[2] por el cuello las mulas, o
por la cabeza o el cuello, los bueyes, y en el que va sujeta la lanza o pértigo
del carro, el timón del arado, etc. Se utiliza para arar el campo
Arado.
El arado es una herramienta de labranza utilizada en la agricultura para abrir surcos y remover el suelo antes de sembrar las semillas. Se puede considerar como la evolución del pico y de la azada. En un principio el
arado era tirado por personas, luego por bueyes o mulas, y en algunas zonas por caballos, actualmente también los tractores tiran de ellos. Arar aumenta
la porosidad, que favorece el
crecimiento de las plantas, aunque al remover el suelo se pierde agua por
evaporación y algo de suelo por erosión, y las eventuales lluvias lavan los
nutrientes y abonos que puedan haberse aplicado al suelo, generando pérdidas.
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